lunes, 14 de abril de 2014

Relato Corto: El Tiempo de las Profundidades

Esto es un relato corto que escribí especialmente para un amigo. Todas las navidades hacemos amigos invisibles, y dijimos que, para estos tiempos de crisis, valoraríamos más los regalos manuales. Como soy famosa entre mis amigos por mi libro, pues que mejor regalo que escribir un relato especial para alguien. Las pistas que dejó fueron: "Me gustan los tritones, me ponen los dragones, me gustan las cosas del tiempo" Así que fusioné esas tres cosas, y di origen a este relato. Además, me sirve porque es un mito real de la religión del Higkerdok que circula entre las razas acuáticas.



Es el mismo amigo que me hizo esta reseña. No lo he corregido exaustivamente, por lo que aún puede contener alguna falta. A continuación, el relato:



El joven tritón se deslizó entre las rocas, oteando el agua más allá. A pesar de que el agua más allá estaba un tanto turbia, vio cómo los rayos de sol de la superficie llegaban hasta esa zona, dibujándose dorados cuando chocaban con el polvo de las profundidades. Se asomó temeroso.

Había llegado a un lugar extraño. Frente a él, se encontraban las ruinas de una arquitectura antigua. Unos muros, formando una circunferencia, se hundían más allá, perdiéndose en profundidades que el sol no alcanzaba a iluminar. Nadó, hasta colocarse en el centro mismo de aquel lugar. A pesar de que estaba acostumbrado a las profundidades oscuras, sintió miedo cuando miró hacia aquel abismo. Alzó la vista y descubrió otro edificio parecido, justo al lado, quedando más alto sobre el que él se encontraba. Este tenía una pequeña perforación en su fachada, de la que salía un puente que se rompía y se desvanecía en el interior del abismo sobre el que se encontraba.

Él se cruzaba con ruinas humanas normalmente. En tiempos antiguos, esas tierras habían estado sobre el agua, por tanto, habitadas por humanos y otros seres terrestres. Estaba acostumbrado. Pero aquella arquitectura extraña era demasiado colosal y demasiado extraña, pues no parecía tener ninguna utilidad. Las algas y los corales que habían anidado por la piedra desgastada, dejaban entrever que aquel lugar llevaba bastante tiempo hundido.

El tritón sintió una presencia extraña. Nervioso, enarboló su tridente y se dispuso a alejarse nadando de allí, al menos dejar de sobrenadar aquel abismo que tanta inquietud le causaba. De pronto, de aquel abismo surgió una gran burbuja de aire, que ascendió abriéndose paso por el agua violentamente, acompañado de un estruendo como jamás oyeron los seres de las profundidades. Nadó abrumado, con el fin de ocultarse tras unas rocas, pero el aire le alcanzó. Sintió que se asfixiaba, el aire le ahogaba y le daba vueltas, mareándole. Estuvo a punto de perder el sentido cuando todo se detuvo.

Aliviado, apuró a respirar agua. Se detuvo a descansar cuando se percató de que algo había aparecido, surgiendo del abismo.

Había visto muchas serpientes marinas. Algunas eran benévolas y conversaban con los de su raza, otras eran malignas y estaban hambrientas, y atacaban, aunque conseguían liberarse de ellas. Pero aquel ser no era una serpiente marina, aunque tenía varias similitudes. Tenía cuernos tras su cabeza (un rasgo bastante inusual en criaturas acuáticas, más propias de terrestres), dos grandes aletas extrañas que salían de su espalda. También tenía cuatro patas acabadas en garras, como muchas de las bestias terrestres. Sin embargo, estaba claro que era una criatura acuática: entre sus dedos tenía membranas, su cola acababa en aletas, y a ambos lados de su largo cuello tenía aberturas que se identificaban fácilmente con agallas.

El tritón se colocó en postura defensiva al ver a aquella bestia. No sabía si iba a atacarle, por lo que se preparó para salir huyendo en cuento pudiese. Examinó la extraña criatura cuando ésta se recompuso, dominando las aguas bajo ella, flotando justo encima del joven tritón, examinándole con sus pupilas estrechas y verticales.

—¿Qué haces aquí? —dijo la criatura. Parecía que iba con buenas intenciones, pero aun así el tritón no bajó su tridente, cruzado sobre su pecho en ademán protector. Pero mentiría si dijese que no se sorprendió tras esa reacción. No vio conveniente contestar si no que preguntó a la criatura:

—¿Qué eres?

Ella se rió, liberando unas cuantas burbujas de aire a la superficie. Movió su cuerpo sinuoso para recomponerse de nuevo en el agua.

—¿No has visto muchos cómo yo, eh? Sabes que soy distinto. —el ser acercó su cabeza al tritón. Era enorme, sintió miedo. Podría tragarle tan sólo de un mordisco, así que preparó su tridente para atravesarle el paladar en el caso que así fuera—. ¿Sabes qué es este lugar?

El tritón giró la cabeza, mirando de nuevo aquel lugar extraño. Negó con la cabeza.

—Es un antiguo instrumento que utilizaban los humanos. Clepsidra se llamaba. Servía para medir el tiempo. Normalmente solían ser más pequeñas.

Miró de nuevo el lugar. No sabía cómo funcionaba aquello ni cómo se apañaban los humanos para desarrollar tan extraños instrumentos, como algo que midiese el tiempo. El tiempo no se podía medir y de todos modos, ¿para qué servía?

—Éste es uno de los instrumentos que provocaron la caída de Racherolslalzs, dios del tiempo. Supongo que como ser acuático que eres no te interesarán historias del cielo.

—Aquí no hay dioses. —respondió el tritón— Sólo espíritus y demonios. Los pocos que intervinieron en nuestro reino fue para llenarlo de monstruos.

—No sabes cómo de ciertas son tus palabras, pues yo estoy aquí por la desdichas y maldiciones que ellos lanzaron sobre mí. —respondió la criatura— Yo era lo que los terrestres llaman dragón. Con mis alas domaba los vientos como ahora domo el agua bajo mis aletas. Fui arrojado al océano para guardar este lugar, transformado en un ser acuático, pese a que ser terrestre y aéreo era mi naturaleza.

El tritón se impulsó hacia atrás de la impresión. El dragón estrechó aún más sus pupilas.

—¿Y bien pues? ¿Te interesaría conocer mi historia? —el tritón no respondió, así que el dragón comenzó a relatar:



Al principio de los tiempos, no existía el tiempo tal y cómo lo conocemos. Todo el universo era el reino de Racherolslazs, todo era suyo, todo ocurría cómo él deseaba, pues lo que él no deseaba no sucedía en su tiempo. Los seres que habitaban entonces no poseían memoria, pues el tiempo cambiaba y se limitaban a permanecer vivos cada milésima de segundo. Tan sólo existía el presente, porque Racherolslazs lo cambiaba a su parecer. Ni siquiera existía el día ni la noche, y hasta en ocasiones, los soles y las lunas estaban a la vez sobre el cielo negro. Los propios dioses permanecían confusos, puesto que ellos también estaban bajo el tiempo, y también Racherolslalzs les gobernaba a ellos. Su lamento atrajo a un dios desconocido, del que aun actualmente se desconoce su nombre, sólo sabiendo que era el dios que gobernaba el Espacio. Este dios maldijo a Racherolslalzs diciendo:

—Tú eras el guardián del tiempo. El tiempo que provoca que los seres envejezcan y mueran, que las aguas encolericen a través de sus mareas. Hasta la montaña más alta acaba convirtiéndose en arena debido al tiempo. Debiste otorgar a mi Espacio el duro mordisco de tu elemento, pero lo has utilizado para crear caos y confusión. Ahora el Espacio se volverá contra ti.

Racherolslalzs se rió frente a  ese dios y continuó utilizando su tiempo y su caos según su porvenir. Pero surgió de su cuerpo la Historia. La Historia tenía un millón de brazos, un millón de manos, diez millones de dedos y un millón de ojos, uno en cada palma de su mano. La Historia comenzó a escribir con su propia sangre, su propia Historia, su memoria, en sus propios brazos. Racherolslalzs entró en pánico al comprobar que no tenía poder sobre ella y lo que ella escribía. La Historia, entonces, creó un millón de libros, un millón de plumas y un millón de lo que los terrestre llaman tinteros, un agua especial para escribir. Y simultáneamente (o quizá no, recuerda que tan sólo el tiempo existía para Ella) comenzó a escribir todo lo que veía con sus ojos, pues lo que veía con ellos era cada una de las vidas existentes en aquel momento. De ella surgió entonces la Memoria, y ella se desvaneció en un millón de fragmentos, acompañando a cada ser. A causa de la Memoria, Racherolslalzs ya no tuvo poder sobre los seres, pero bien esta Memoria era joven y frágil, y aunque Racherolslazs no tuviese poder sobre los seres conscientes, sí la tenía sobre el entorno y las aguas. La Historia tampoco podía controlar esto, ya que se basaba en las experiencias que los propios seres vivían, por lo que Racheroslazls intentó causar caos para destruirlas, o bien, se llegó incluso a plantear la destrucción de todos los seres. Ante esta amenaza, en medio de un caos temporal, seres de todas las razas imploraron ayuda al cielo. Con la fortuna que, en aquellos “tiempos” antiguos, no se llaman en vano las épocas doradas.

Los dioses respondieron. Les dijeron que ya habían encontrado un modo de controlar a Racherolslalzs, además de mediante la Historia y la Memoria. Habían inventado artilugios para dominar todo el tiempo, no solo el de los entes vivos. Les entregaron entonces, tres inventos, tres llamados ahora, relojes, uno por el pasado, otro por el presente y otro por el futuro. Los seres copiaron estos instrumentos y los repartieron por todo el mundo, tanto que Racherolslalzs ya no tuvo poder. Derrotado, despreciaba a sus congéneres, guardando hacia ellos rencor. Pues, sirviéndose de los seres, ideó un plan.

Construyó tres grandes relojes, al igual que los relojes que ellos habían entregado a los mortales. Esta medida sería inútil, pensarás, creyéndote más inteligente que el avispado Racherolslalzs. Fabricó estos relojes, asegurándose que podía controlar su elemento medidor. Los fabricó tan grandes con el fin de que  controlasen el tiempo mucho lugar más allá de su ubicación, de tal forma que los tres activados, abarcaban todo nuestro mundo. Con estos tres relojes se propuso regresar al tiempo antes de que apareciese la Historia, y el tiempo nació tal y como lo conocemos ahora.

Pero los dioses le descubrieron. Le castigaron, encerrándole en Hasken’Far el mundo de los demonios y de los muertos en desgracia, donde no existe el tiempo, puesto que no hay cambios, nadie muere ni nace ni crece, no hay día ni noche, tan solo una luna roja que convierte en sangre todo lo que toca… Allí yace Racherolslalzs desde entonces. Mientras, los dioses se aseguraron de que Racherolslalzs no pudiese salir de su prisión mediante sus relojes: el reloj de arena interminable que bebía del desierto, fue enterrado en él, bajo toneladas de arena. El reloj de sol, que construyó en el continente flotante de Rundir, para estar más cerca de los soles,  fue dado la vuelta, para que así, el reloj no obtuviese nunca ninguna luz, ni siquiera la de los soles, la de las lunas, ni siquiera el de un fuego encendido bajo ella era suficiente luminoso para iluminar el reloj. Por último, la clepsidra, fue cubierta de agua totalmente, de modo que había que vaciar el océano para hacer que funcionase. Así cualquier necio que se precie en liberar a Racherolslalzs, deberá ser algo parecido a un dios en poder, debido a la dificultad de poner en funcionamiento de nuevo estos instrumentos.

Sobrevino el silencio durante unos instantes, dónde sólo se oyó el movimiento del agua alrededor de ellos. El tritón enarboló su tridente, cambiándoselo de mano, nervioso.

—Supongo que este lugar es esa clepsidra que te refieres. —dijo. El dragón asintió con la cabeza—. Pero  esa historia sigue siendo un mito. Nuestra raza no tiene más medida de tiempo que la luz de los soles y las lunas que se filtran a través del agua sobre nosotros y Racherolslalzs nunca nos ha influido.

—¿Qué te crees? —dijo el dragón— Racherolslalzs lleva encerrado millones de años, es normal que tu raza no lo recuerde en su historia. Relativamente yo llevo poco tiempo guardando este lugar…

—¿Qué hace una criatura terrestre guardando un lugar que no es posible activar a no ser que se sea otro dios? ¿No te fulminará enseguida si de verdad quiere hacerlo?

—Los dioses no me colocaron aquí para protegerlo de ellos mismos. Hay algunas criaturas bendecidas por la magia, que si se aliaran y completaran una serie de ritos, son capaces de liberar estos lugares. En caso de que eso pase, estaré yo. —el tritón reflejó un poco de incredulidad en su cara, y dio una brazada para alejarse un poco más del dragón. Éste se rió—. Ah, tú, criatura marina. Crees que el tiempo no tiene poder sobre ti simplemente por no saber medirlo. Crees que los dioses no se verán interesados en ti y en tu reino porque parecen más interesados en la tierra. Cuan equivocado estás. Mírame a mí, si no te fías. — abrió las alas, que anteriormente habían servido para surcar los vientos— Yo era una criatura voladora. Pero ellos me hicieron esto por su capricho—señaló sus agallas en el cuello— ahora estoy condenado a guardar este lugar en un reino que no es el mío. No pertenezco a las aguas.

—¿Qué clase de criaturas son capaces de realizar eso?

—¿No te lo imaginas? Todos los dioses tienen sus peones. Incluido Racherolslalzs. Profecías, elegidos, esa clase de cosas. Mortales que debido a un capricho de un dios destacan sobre los demás, pero que para ellos no son más que un mero instrumento. Igual que yo.

—Las criaturas marinas no estamos interesadas en eso. No queremos elegidos, ni asuntos de los dioses.

—Como si eso fuese vuestra elección. Los dioses toman sin pedir permiso. ¿Quién os creéis vosotros para rechazarlos? —dijo el dragón riendo. Su risa se fue tornando cada vez más siniestra y aguda— Igual que yo.

Los ojos del dragón se iluminaron, tornándose rojos. Se impulsó hacia delante, utilizando sus aletas y todas sus extremidades terrestres. Se lanzó sobre el tritón con las fauces completamente abiertas, de modo que el fondo de su boca se veía oscura e infinita. El tritón, aunque pudo esquivarlo debido a un movimiento reflejo, no tuvo la agilidad suficiente como para echar a nadar. Antes de que comprendiera qué acababa de pasar, el dragón le empujó hacia abajo de un coletazo, hacia el fondo de la clepsidra gigante.

A su alrededor no vio nada, todo era oscuridad. Sentía el agua más densa, y la presión de esta aprisionando su cuerpo. Oyó a lo lejos la risa aguda del dragón. Entonces comprendió que estaba encerrado allí para siempre.

2 comentarios:

  1. :O me encanta... es tan... ooooh :O me gusta la historia de los dioses :3 siempre me cuesta entender las funciones de cada dios en las mitologias del mundo XD pero lo has explicado bien ... hasta yo lo he entendido :D
    No he visto ninguna falta pero he encontrado una frase que ha quedado rara :| :

    "Fui arrojado al océano para guardar este lugar, transformado en un ser acuático, pese a que ser terrestre y aéreo era mi naturaleza."

    En todo caso seria aérea era mi naturaleza :3 naturaleza es femenino ^^

    Ahora el momento de la duda que me ha surgido :D ¿Como narices se pronuncia Racherolslalzs? XDDDDD

    Me ha gustado mucho :) esta muy chula :D

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    Respuestas
    1. Mmm no sé que hacee con esa frase porque tiene un hipérbaton extraño, pero creo que sí tienes razón xD
      Es fácil xD es tal y como se dice en español. Rra-CHE(ch española normal, como la de chocolate)-rols(acabada en silbante por la s)-lalzs (también silbante, pero con la lengua más pegada a los dientes para hacer la z) No sé mucho de fonética xd

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