domingo, 7 de febrero de 2016

Qujote contra Unión Selenators: 2º semana de los 52 retos de escritura

Y el segundo reto es... *tambores* Reescribe la escena de don Quijote con los molinos de viento, pero imaginándose que se enfrenta a hordas de zombis.
Antes de nada aclarar: No me he leído el Quijote. Leí una adaptación cuando era pequeña, he leído escenas y sé de qué va. Pero no leí, y no recuerdo le lenguaje que utilizaba.

Sé que soy una desgracia, no hace falta que me lo recordéis.

Así que en lugar de cambiar únicamente los molinos por zombies, permitidme una licencia y cambiar también el tiempo y el lugar... Es que hace poco leí Steelheart y me apetece poner cosas futuristas, con muchas armas y luces, ya sabéis ¿? (Y así me quito el problema del lenguaje)

Y cómo no, he metido una coña. Da igual, ya se ve en el título, pero la explicación está más abajo.



Sancho no sabía cómo podía haberse dejado engañar así. Trabajaba como conserje en un psiquiátrico y uno de los enfermos le había convencido para ayudar a escapar, ofreciéndole a cambio grandes riquezas. Sancho había visto a miembros de su familia, y por lo que aparentaban, sí que parecían una familia adinerada. No cualquier familia podía pagar el ingreso de un interno en la clínica privada donde trabajaba, situada en plena naturaleza. 

El interno era un hombre anciano, de barba larga y canosa, pero con una fuerza y energía sorprendentes. Cuando Sancho le preguntó su nombre únicamente respondió que le llamase “Quijote”. El anciano se dirigió rápidamente a un taller cercano de donde robó una Harley con sidecar. El anciano ya había decidido que Sancho iba a acompañarle en su huida.

Así pues, Quijote y Sancho emprendieron una ruta por los solitarios páramos de La Mancha. La fuga ocurrió por la noche, pero no tardó en aparecer el sol por el horizonte. Sancho se sentía algo abrumado por la energía que derrochaba Quijote. Parecía entusiasmado de tenerle de acompañante, mantenía conversaciones con voz potente, para hacerse oír por encima del rugido de la moto, y se carcajeaba de tal forma que Sancho se sintió pequeño en el sidecar. El miedo fue abandonándole. No entendía por qué Quijote estaba interno en el psiquiátrico, no parecía un hombre muy loco. Pensó que quizá se debía a la hiperactividad. No tardaría mucho en comprobarlo.

El sol pronto iluminó los grandes molinos eólicos que se alzaban en los campos que rodeaban la carretera. Quijote dio una exclamación y viró el manillar de la moto con fuerza, saliéndose de la carretera. Sancho se agarró al borde del sidecar para no volcarse.

—¿Pero qué hace? —exclamó, contemplando como la moto se dirigía directa a la estación eólica, plagada de molinos esbeltos y blancos.

—¡Esos monstruos de la plaga, Sancho! —bramó Quijote. Rebuscó algo entre el espacio que había entre la moto y el sidecar. Sacó una muleta—. ¡Mueven sus brazos frenéticos, esparciendo su virus por la tierra! ¡La gente de estos páramos no tardará en sucumbir a su enfermedad si nadie los detiene! 

Sancho parpadeó. Miró a los molinos. Esquizofrenia, posiblemente catatónica. Así que era eso. 

—¡Son esos criminales de Unión Selenators! ¡Han conseguido su virus para convertir a la humanidad en sus esclavos! ¡Pero yo, Sancho, tengo esto! —soltó las dos manos del manillar de la moto. Con una agarró el asidero de la muleta, y con la otra, agarró el palo de aluminio desde abajo, como si soportase una gruesa y pesada arma.

—¡No suelte el volante! —bramó Sancho cuando la rueda delantera comenzó a descontrolarse.

—¡Cámbiame el sitio, mi fiel Sancho! —dijo Quijote, y se puso de pie sobre el sidecar, mientras Sancho intentaba pasarse al sitio del conductor, controlando la moto a la vez.

—¡Siéntese, va a caerse!

—¡Dulcinea! —bramó Qujote alzando la muleta—. ¡Que tu pureza destierre a estos seres malditos!

Después de esto, Sancho solo vio como Quijote hacía aspavientos con la muleta, mientras mantenía el equilibrio milagrosamente, manteniéndose en pie en el sidecar.

En la mente de Quijote todo era muy distinto. El cielo estaba oscuro y brillaba con un sol enfermo, que desprendía luz verde. Los engendros de la plaga eran monstruosos gigantes mutantes, con varias extremidades que salían de sus cuerpos contrahechos y su piel llena de pústulas. Se acercaban a ellos a paso lento con su ejército de zombis a sus pies, seres malditos ya contaminados, ya perdidos. Lo mejor que podría hacer Quijote era purgarlos.

Así pues, levantó su Dulcinea, un arma brillante acero negro, tan grande y tan pesada como una mujer, tanto que tenía que apoyarla en su hombro para disparar. Su proyecto contra los infames de Unión Selenators. Apuntó el cañón de Dulcinea hacia esos gigantes y se preparó, colocando una pierna en la parte delantera del sidecar y otra en la trasera. Apretó el gatillo.

De Dulcinea surgió un poderoso rayo dorado de energía pura, que iluminó aquel cielo enfermo como un verdadero rayo de sol. El retroceso del arma fue tan potente que Quijote casi se cae, pero consiguió mantener el equilibrio. El rayo de luz describió un perfecto arco, impactando frente a ellos, explotando en un espectáculo de luz que consumió a tres engendros y a centenares de zombies. Quijote rio por su victoria, y dio unas palmaditas en la espalda de Sancho.


—¡Bien ahí, mi escudero! ¡Ahora vira a la derecha! ¡No puede quedar ni uno! —bramó Quijote, colocándose de nuevo a Dulcinea en el hombro y disparando con todo su poder.


Esto me da más miedo que los zombies: GENTE QUE DA RT SIN LEERSE EL TWEET

1 comentario:

  1. Esta muy interesante la historia, aunque solo sea (usando el lenguaje de fanfiction) un «one-shot». Casi me dan ganas de leer un libro así. Si existe «Orgullo, prejuicio y zombis» ¿Por qué no «Quijote vs Unión Selenators»?

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